Fotos: Ricardo López Hevia
Rey Vicente Anglada Ferrer (La Habana, 1953) no es mago. Si ha llegado tan alto, es por creer en los hombres y en sus valores, por entregarse siempre y ser consecuente con sus ideas.
“A estas alturas nadie me puede decir lo que tengo que hacer. Yo actúo por lo que pienso, por mi conciencia, por mis principios. Y mis principios no tienen nada que ver con temas ideológicos, ni con comunismo o socialismo. Mis principios los aprendí en la casa con mi madre”, dice.
Showman en los 70, marginado durante 20 años y renacido como uno de los mentores más ganadores del presente siglo, Rey se distingue por ser un hombre de palabra, un hombre que hace swing a cada interrogante con la misma explosividad que cautivó a millones de fanáticos.
¿Por qué tantas personas dicen que iban al estadio solo a ver a Anglada?
Habría que preguntarles a ellos. Yo disfrutaba mucho los partidos. Me esforzaba por llegar a todas las bolas, si daba un jit quería que fuera tubey, si daba un tubey quería que fuera triple… Creo que esa es la clave por la cual los aficionados se expresan así acerca de mi persona.
Puede tener que ver también con los tiempos. Antes todo era diferente. No estaban los profesionales, dormíamos en literas, pasábamos trabajo, pero jugábamos con mucho amor a la camiseta y había más calidad. En cada equipo había cuatro o cinco lanzadores de puntería y otros tantos peloteros que la gente seguía sin importar si estaban en último lugar.
Hoy no es así. El béisbol y la vida han cambiado mucho, creo que para mejor, pero contradictoriamente eso no se refleja en el juego. Por ejemplo, ahora hay buenas condiciones de alimentación, transporte, se duerme en hoteles… Si te guías por eso, nuestra pelota debería ser superior en cuanto a calidad. Sin embargo, creo que los muchachos se acomodan demasiado.
Cuando se habla del juego de Anglada el factor común es la explosividad. ¿Eso venía naturalmente con tu forma de ser o alguien lo moldeó?
Yo jugaba al límite. Mi personalidad tiene que ver, lógicamente, pero es parte y parte, pues también tuve la suerte de entrenar con grandes preparadores como Jesús Ayón, Heberto Blanco, Pedro Chávez, Roberto Ledo… Ellos eran profesionales, veían el béisbol de otra manera, porque dieron de comer a sus familias con el trabajo que realizaban. Nos inculcaron ese sentido del sacrificio, nos enseñaron a amar la camiseta, a luchar por el que teníamos al lado y a ver al contrario como un enemigo en el campo.
Con tus atributos, ¿podías haber jugado profesional?
Me hubiera gustado, pero en aquella época no se podía pensar en Grandes Ligas. Ir para allá implicaba abandonar tu país, tu familia, todo. Entonces no, no era un sacrificio que estaba dispuesto a afrontar.
Jugar profesional hubiera sido lo máximo, no solo por la parte económica, sino también porque a todo el mundo le gusta probarse en los escenarios más grandes.
¿Crees que los peloteros que hoy se van no pasan por esos mismos sacrificios que mencionas?
Hoy sigue siendo un riesgo, pero las condiciones son diferentes. Primero, un gran grupo se va legal y después pueden compartir con sus familias, allá y aquí. En cambio, antes, el que decidiera hacer semejante cosa, tenía que dejarlo todo detrás.
Ahí tienes el ejemplo de Barbarito Garbey, que se fue de Cuba en el 80 y estuvo 32 años sin venir. Eso es un tremendo sacrificio, y yo no hubiera corrido semejante riesgo. Yo soy único hijo y jamás hubiera dejado detrás a mi mamá, sabiendo que tal vez no la vería más nunca.
¿Quisiste en algún momento borrar el béisbol de tu vida?
Lo pensé, cuando me separaron de las Series. Yo no veía los partidos, no seguía el campeonato, no sentía nada por el béisbol. Pero después empecé a trabajar con los niños y resurgió ese bichito. Es algo que uno lleva en la sangre y no lo puedes marginar del todo.
Estuviste en prisión1, te llamaron corrupto, indigno, apostador… ¿Cómo recuerda Anglada aquellos tiempos?
Fue duro, muy duro, incómodo. Son momentos que te marcan, pero al final era un hombre joven, tenía 29 años y con esa edad se pasa por cualquier situación, puedes borrar cosas con el tiempo y te sobrepones. Mi preocupación era mi mamá.
Yo perdí a mi papá con cinco años y mi madre fue las dos cosas, estábamos muy unidos. Afrontar todo ese dolor y ver como se pisoteaba mi imagen, fue lo más complicado… Por mi madre y por mi familia.
Una vez dijiste que tu única culpa fue jugar como un profesional…
Es cierto. Eran tiempos difíciles por las maneras de pensar, y muchas personas ligadas al INDER se mortificaban por mi forma de jugar. Decían que me vestía como un profesional, que actuaba como un profesional, que si salía y los scouts se acercaban a mí… ¿Qué culpa tenía yo? Entonces eso era un pecado.
¿Sientes que esa herida está cerrada?
No, no se puede cerrar. Me la voy a llevar a la tumba.
¿Crees que tu reivindicación –por así decirle– tardó demasiado?
Eso no importa. Yo estuve más de 20 años fuera del máximo nivel del béisbol cubano y cuando regresé, de manager, lo hice para que la gente se diera cuenta de que nunca tuve que ver con lo que había pasado. A nadie acusado de tantas cosas lo habrían readmitido como lo hicieron conmigo.
Por desgracia, mi madre ya no vivía. Hubiera querido que tuviera los ojos abiertos para que lo percibiera, aunque ella lo está percibiendo donde quiera que esté. Mi esposa no quería, pero la convencí de que era el momento de demostrar unas cuantas cosas. Por eso me decidí a hacer el trabajo. A mí no me gusta dirigir, pero apareció esa oportunidad en mi camino y gracias a la vida y a Dios todo salió bastante bien.
¿Cuál es el mejor pelotero que has dirigido?
Son muchos… Por mis manos han pasado superestrellas. Kendrys Morales debutó conmigo, por ejemplo, y era una máquina. También tuve a Yulieski Gurriel en el equipo Cuba, a Osmani Urrutia, a Cepeda, que es excepcional en muchos sentidos. Y en La Habana, están Malleta, Rudy Reyes… Es difícil quedarse con uno.
Mencionas peloteros de todas partes de Cuba y muchos de ellos hablan maravillas de ti. ¿Cuál es el secreto para trabajar con personas de tantos lugares sin que prevalezca el regionalismo?
No hay secreto. Lo principal es, justamente, no ser regionalista. Yo no lo soy, siempre ataco eso, me pone mal, porque nos ha traído muchos problemas a lo largo de la historia. Creo que también es importante darle a cada cual lo que se merece. Yo nunca me paré ante un pelotero pensando que yo era de La Habana y él era de Las Tunas, al contrario, todos somos cubanos.
¿Y qué es ser cubano para Anglada?
Ser cubano es amar a la patria, amarnos a nosotros mismos en las buenas y las malas, porque hemos tenido bastantes situaciones incómodas. Defender la bandera, defender el escudo, todos juntos, eso es ser cubano.
Ese criterio de “todos juntos” muchas veces no es puesto en práctica entre los cubanos. ¿Por qué?
En ocasiones hablamos de acercamiento, tanto aquí como allá, pero al final no hay una decisión. Queremos, pero no queremos. Tenemos que dar el paso, y acogernos entre todos como cubanos, porque tanta división es penosa.
Siempre he levantado mi mano por mantener buenas relaciones, sobre todo en el caso del béisbol. No se le debe hacer rechazo a los que están en Grandes Ligas. Esos muchachos, con los que he tenido la posibilidad de hablar en Estados Unidos, están en la mejor disposición de representar a nuestro país.
Tampoco se puede menospreciar a los que juegan en Cuba. Tenemos lazos entre todos, lazos que nunca se debieron romper.
Yo pongo el ejemplo de mi hijo, que se fue de Cuba con 23 años y cruzó la frontera en México. No nos dijo nada y por eso lo reprimí, porque faltó a la confianza que nos teníamos. Entonces él me dijo que no quería que yo le virara la espalda, y le respondí que estaba equivocado.
Como su padre, nunca le podría dar la espalda. Nosotros, como cubanos, tampoco podemos darnos la espalda. Cada quien es responsable de sus decisiones y lo fundamental es aprender a respetar las diversas maneras de pensar. Podemos convivir y hasta ser amigos con ideales diferentes. No tenemos la obligación de pensar igual, pero sí tenemos la obligación de respetarnos.
¿Ha sido el béisbol injusto con Anglada?
Cuando era jugador sí, y no hablo solo de la suspensión. Muchas veces me dejaron fuera de la selección nacional porque había dudas y desconfianza sobre mi persona. Pensaban que me podía quedar en algún torneo internacional, pero la vida da tantas vueltas que muchas de esas personas que no confiaron en mí hoy están fuera del país, y yo sigo aquí. Lamentablemente, eso ha pasado con muchos peloteros.
Como manager, yo no diría que se cometió ninguna injusticia, pero sí creo que hubo mal trabajo antes de los Juegos Olímpicos de Beijing. Si te fijas, nosotros perdimos ahí y en Sídney, y en los dos casos pasó lo mismo. En 1999, Alfonso Urquiola ganó los Panamericanos, llevó al equipo hasta las Olimpiadas y después le dieron el equipo a Servio Borges.
Conmigo pasó lo mismo. Ganamos los Panamericanos, clasificamos a Beijing y le dieron el equipo a Pacheco. Es cierto que había sido campeón con Santiago, pero se rompió el trabajo que la dirección llevaba con un grupo de peloteros ya adaptados a mis métodos.
¿Cómo le gustaría que lo recordaran?
Como un hombre normal, como una persona que ha entregado lo que tiene y lo que no por el béisbol. Me gustaría que me recordaran por mi cubanía, que la llevo en la sangre. Pero, sobre todo, me gustaría que me recordaran como una buena persona, porque el jugador y el director se van, pero la persona queda por siempre.
Rey Vicente Anglada (La Habana, 6 de enero de 1953):
Jugó en diez Series Nacionales entre 1972 y 1982. Conectó 40 jonrones. Se inscribió en el libro de récords de la pelota cubana con la marca de 2 jonrones conectados en un inning (contra el equipo de Matanzas, el 12 de abril de 1980). En sus últimas cinco temporadas estuvo entre los mejores bateadores de las Series Nacionales y Selectivas.
Jugó con el número 36; en los equipos: Industriales, Agricultores, Metropolitanos y Habana en Selectivas.
Formó parte de la Preselección Nacional entre 1974 y 1981. Participó en los Mundiales de 1976 y 1978, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Medellín en 1978 y en los Juegos Panamericanos de Puerto Rico en 1979. En estos dos últimos fue la segunda base del Todos Estrellas.
A partir del 2001 dirigió equipos de la capital en Nacionales, Súper Ligas y en la Olimpiada del Deporte Cubano. Obtuvo tres títulos nacionales con el equipo insigne de la pelota cubana: Industriales (2003, 2004 y 2006).
Fue director del equipo Cuba del 2006 al 2008. En el año 2018 volvió a hacerse cargo del equipo Industriales, a quienes dirigió dos temporadas. Recientemente anunció que se retiraría del cargo por voluntad propia.
- En 1982, en la cumbre de su trayectoria, fue expulsado del béisbol. Fue acusado, junto a otras 16 personas, entre atletas y entrenadores, de formar parte de una red de apostadores y venta de juegos. Anglada nunca aceptó la acusación.